Ver películas de tiempo pasado ofrece varias satisfacciones. Cuando una película vieja es mala puede asombrarnos la juventud de los actores, el absurdo de la trama, el artificio de modales y costumbres obsoletas, el anacronismo de los escenarios, la calidad de los efectos especiales. Algunos de estos placeres, opacados por el placer de una buena película, ofrecen el film de Adolfo Aristarain "Ultimos días de la víctima".