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miércoles, 11 de marzo de 2015

STONER

Porque la felicidad es un estado deseable le damos valor intrínseco. No sondeamos las razones de la felicidad o nos limitamos a un sondeo superficial, tampoco consideramos demasiado los efectos de la felicidad. Entendemos que la tristeza es más difícil de sobrellevar y porque la dificultad es trabajosa nos parece más natural tomar experiencia del conflicto. Por extensión también nos resulta natural que el arte más significativo trate sobre conflictos, pena y agresión. La tragedia antes que la comedia, y la comedia actual trabaja con la parodia explícita y la farsa, operando como un sistema segundo (un metatexto), diciéndonos más sobre la repetición de un efecto cómico que sobre la experiencia misma. El resto del humor va en la dirección del absurdo, que corroe el sentido (no hay texto).

“Stoner” es una novela de John Edward Williams que trabaja esta paradoja, según la cual la construcción de un sentido esencial, que esperamos sea perdurable, opera sobre una vivencia penosa, que esperamos sea transitoria.

Williams fue un novelista y profesor estadounidense. Publicó cuatro novelas en la segunda mitad del siglo XX, enseñó en Missouri y Denver, falleció en el año 94. “Stoner” fue su tercer novela, la historia de vida de un joven, hijo de agricultores iletrados, quien descubre la literatura en la universidad (había sido enviado para estudiar agronomía) y se vuelve profesor. El joven William Stoner escribe un libro académico que pasa sin pena ni gloria pero le obtiene un puesto vitalicio en su universidad, donde transcurre el resto de su vida, al parecer infeliz. Su mujer lo trata como un enemigo y se antepone a cualquier vínculo entre Stoner y su hija. Una pelea absurda con otro profesor malogra la carrera académica de Stoner, relegándolo a dictar los cursos más básicos e introductorios de gramática por el resto de su carrera. Sin embargo el balance final que hace Stoner, agonizando de cáncer en un diván en su casa, no es negativo. Su final es digno y lo que es más importante su vida también. Así es como la novela trabaja lo que llamé paradoja, al referirme a la felicidad y la experiencia.

Para Stoner el sentido se encuentra en la acto y no los efectos del acto. Es cierto que la vida de Stoner está jalonada por decepciones, pérdidas y empobrecimientos de su existencia cotidiana. Pero porque durante estos episodios tristes Stoner no presume un resultado dado puede seguirlos con asombro, y su carácter refleja la realidad concreta del desenlace y no cae en la nostalgia. Williams logra con “Stoner” hacer de una novela naturalista, hecha de episodios y unas pocas descripciones atmosféricas, arquitectónicas y de carácter, un relato plenamente materialista.

El matrimonio de Stoner es una de las principales fuentes de desgracia en su vida. Edith, la mujer de Stoner, aparece primero como un misterio y luego como un castigo. Stoner siente una fuerte infatuación por Edith que lo desarma y que, a falta de otra explicación, confunde por amor. Así que Stoner recibe una especie de oráculo que malinterpreta y que lo envía a un destino desgraciado. Se puede forzar un argumento y leer la trama matrimonial en “Stoner” como una modernización de la estructura trágica, que transfiere los mecanismos trágicos a una esfera puramente personal. Pero el personaje de Edith es una de las pocas fallas de la novela. Edith es una mujer histérica que odia a su marido porque no le provee la vida de lujos y apariencias que ella necesita. Otra novela menos interesante habría hecho del matrimonio entre el trabajador Stoner y la vanidosa Edith un conflicto de clases (ella es hija de un banquero). Una novela mejor lograda habría hecho de Edith algo más que una imagen contrastante y un recurso para reducir la vida de Stoner al trabajo.

Stoner redime su vida en el acto del trabajo, es su labor, pero no logra trascender y su muerte es un final total. El libro que escribió en su juventud ya fue olvidado y su hija Grace, en un matrimonio igualmente infeliz, ni siquiera tendrá la redención del trabajo que salvó a su padre. Si hay un personaje trágico en la novela es Grace (el nombre puede ser irónico), una niña vivaz e inteligente que se convierte en una mujer gris, indiferente o resentida, que deja los estudios cuando la embaraza un muchacho al que no quiere. Ese es el costo humano de la dignidad de Stoner, un hombre de una coherencia absoluta que le impide salvar a su propia hija.

Tal vez Williams vio algo de esta limitación en su novela y buscó compensarla con Katherine Driscoll, la amante de Stoner y el único personaje que va más allá y logra trascender, produciendo un texto con verdadero valor académico, y lo que es más importante un texto donde ella logra materializar la pasión que siente por la literatura. Donde Stoner fracasa Driscoll tiene éxito, y en una novela materialista ese pasaje del ideal a lo material es crucial. Podemos creer que Williams entendió esto porque Stoner conoce a Driscoll como alumna en el mismo seminario que le cuesta su propia carrera. Stoner aplaza a un alumno, discípulo de un profesor popular y carismático, y de golpe se encuentra en una lucha de poder académica. Todo el conflicto le parece absurdo y esa es su gran falla. Así como no puede entender la vanidad de su mujer, Stoner no puede ver la vanidad de un profesor deforme, con una joroba y rengo, que defiende a un alumno hipócrita y mediocre simplemente porque el chico también es minusválido.

Si Stoner hubiese manejado esa situación de otra manera el costo habría sido menor, pero no. Stoner puede ser un fanático que se niega a transar. También puede ser una especie de miope, alguien que no ve fuera de su propia coherencia. Stoner no proyecta el costo a futuro (el efecto a largo plazo) de no transar, ve solo el campo limitado de la acción misma. Decir que para Stoner transar con un profesor hipócrita tiene un costo personal ético y superior a la pérdida de su felicidad laboral es hacer una lectura limitada de su extraño carácter. Mejor decir que a Stoner le falta el sentido de la ironía, y que su único acto de rebeldía llega tarde. Cuando un día decide dictar a sus alumnos de gramática el programa de su abandonado seminario de literatura el profesor Stoner ya es un viejo medio sordo. Se ha transformado en el personaje gruñón y terco que había sido su propio profesor de literatura y mentor, una figura un poco terrible y un poco ridícula, digna, casi cómica.

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