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miércoles, 9 de octubre de 2013

EL OCEANO AL FINAL DEL CAMINO

“El Océano al Final del Camino”, una novela breve de Neil Gaiman, es casi un tríptico. En el primer panel un chico de siete años ve por primera vez un cadáver y es llevado a visitar un mundo mágico por su vecina, una chica apenas más grande que puede ser una entidad mítica e inmemorial. El escenario es una zona rural de Inglaterra. La familia del chico tiene una casa de huéspedes, el cadáver era un minero que se hospedaba en la casa. La chica vive con su madre y su abuela en la granja al final del camino.

En el panel central del tríptico vemos que la excursión al mundo mágico tiene consecuencias. El chico, que no es parte de la realidad mágica, trae de ese otro mundo o realidad paralela algo, que toma la forma de una niñera e invade su casa. Primero solo y luego con la ayuda de su vecina el chico debe enfrentar al monstruo y devolverlo a su lugar de origen.

En el panel final del tríptico la solución al problema de la niñera trae otro problema más grave y la historia se resuelve con una ambigüedad satisfactoria.

Las mujeres mágicas en la granja son también tres, una versión mundana de las hilanderas del Destino. En una escena la abuela corta un pedazo de tela del piyama del chico (innominado en el libro) y lo vuelve a coser, cambiando los recuerdos y el ánimo de sus padres, que están bajo el dominio de la niñera. La figura de las tres mujeres aparece en otras obras de Gaiman. Bajo el aspecto más terrible de las Erinias tienen un papel decisivo en “Sandman”, la saga de 10 volúmenes que lo ocupó durante la década del noventa. Un trío de brujas son las antagonistas de Tristan, el héroe en su primer novela, “Stardust.” En la novela “American Gods” las Nornas asisten en la muerte y resurrección del protagonista Sombra.

La novedad en este relato es que las tres mujeres son una figura benigna. Son más amigables que las tres brujas de Macbeth y le sirven al chico, cada vez que las visita, las mejores comidas que haya probado, hechas con lo que crían y cultivan en su granja. Uno de los mayores placeres del libro está en esas comidas, que dan al chico un alivio pasajero pero completo.

El “océano” del título es un estanque en su granja. En un breve prólogo vemos que el chico, ya adulto, visita la granja, se sienta en un banco a la orilla del estanque y recuerda. En la granja queda solo la abuela y al final el chico adulto se despide de ella y la granja y vuelve a olvidar. Así que el estanque puede ser el agua de Lete o Leteo, el agua del olvido. En el mito griego los espectros del Inframundo debían beber del río Lete para olvidar y renacer en el mundo de los vivos. Gaiman nombra a la más joven de las mujeres, la amiga del chico, Leti.

Las mujeres de la granja son miembros, tal vez las primeras, de la familia Hempstock. Gaiman dijo que conoce o imagina a esta familia desde los nueve años, cuando supo que la casa al final del camino donde vivía figuraba en el “Domesday”, un registro censal del año 1086. Decidió entonces que el lugar debía tener habitantes e imagino a la familia Hempstock. El recuerdo del auto robado y encontrado con un suicida dentro (el cadáver al comienzo del relato) es, dijo Gaiman, también suyo.

Así que el libro es, de forma oblicua, biográfico. Esto puede haber sido significativo para el escritor pero no tiene porque serlo para el lector. En un panorama cultural en que los “hechos reales” parecen ser el basamento de la autoridad artística, la novela de Gaiman habla del mito como una función humana, una parte más de nuestra realidad tangible. Cuando la madre Hempstock lleva al chico de vuelta a su casa en un Land Rover el chico se asombra de que las mujeres mágicas tengan un coche. “No podés saber todo”, le dice la madre Hempstock. Una buena respuesta para quienes otorgan valor a un libro (o una película o un programa de tv) según la información o los chismes que el texto ofrezca.

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